HIPOCRESÍA

Hoy hablaremos de hipocresía en este programa, adición necia de nuestros debes y haberes en una cuenta de apariencias volátiles. Un regalo mentiroso, ofrenda embustera camuflada con papel de esmalte. Efecto secundario del títere de trapos caros, que sobreactúa en un escenario sin apuntador donde la magia murió hace tiempo.
Encías que escupen sonrisas caducas, empastes insultantes que no cubren las caries del corazón. Deletreo intolerante que pretende distraernos con rúbricas falaces mientras nos peleamos por trepar en una escalera que nos aleja de la sinceridad porque no queremos ser grandes, queremos ver a los demás pequeños.

Si no quedan sueños por cumplir, solo horas para dormir. Si la honestidad ha muerto para que naciera nuestra revolución de cabezas huecas, de corte homogéneo, de despotismo iletrado. Si ya no quedan verdades que contar en este mundo de hipocresía, entenderás que prefiera hablarte con las miradas, como un vulgar impostor, como el último irredento que describió Henri Stendhal: “La única y verdadera forma moderna de insumisión es la hipocresía”.

Al fin al cabo, la sociedad nos hizo hipócritas al arrancarnos nuestro instinto natural. El ser humano, en fila india hacia el destino inevitable que le marcó la providencia gubernamental, la deidad de la bazofia televisiva. Somos rebaño, animal de pastoreo incapaz de ser fiel a una idea que no descanse en la rutina. Las ideas solo viven en los libros que ya ni si quiera se escriben. Y así como dijo Margueritr Yourcenar, tal vez “exageramos la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble”.

Hipocresía de brigadas incorruptibles que hoy día se alzan contra el vicio, juventud perdida que dicen los que fueron de otra degeneración. Memoria de peces que se asfixian en las almohadas de plumas. Hipocresía de liberal esclavo de sus ansias de dictar, de fiscales que actúan como defensa del terror, de dar la paz cuando solo se quiere el voto. Hipocresía de bolcheviques que cotizan en Bolsa, de procesos de diálogo entre besugos y de talantes represivos que persiguen la libertad porque como dijo, José Martí, “es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía”.

Jaime Balmes dijo que “el hombre emplea la hipocresía para engañarse a sí mismo, acaso más que para engañar a los otros”. Permitidme ser hipócrita, engañarme a mi mismo un día más y seguir reclamando la soberanía de nuestros pensamientos, el dogma de la palabra. Seamos pues, soñadores porque es el último recurso para vencer a la realidad.

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