AMOR

Hoy hablaremos de amor en este programa, sed en el desierto de las noches en vela, en las lunas que se hacen eternas porque el sueño no quiere ponerse, porque la libertad comunica cuando eres tú el esclavo al que debes redimir. Inspiración del poeta, escribano, cantautor de rendiciones. Es la épica romántica, caótica y pretérita que en este mundo de compra/venta hemos hipotecado a cambio de castillos de arena que esperan deshacerse al subir la marea. Es la derrota del fondo frente a la forma, del espíritu frente al cuerpo.

El amor, tozudo e invidente, como esa fuerza, real o poética, tan grande que nos remueve por dentro y por fuera, Robert Browning dijo “Ama un solo día y el mundo habrá cambiado”.

El amor habría de ser el reloj que marcase la hora de encontrarnos bajo el balcón capuleto de las horas perdidas. El tiempo no existe en el amor, tampoco la coherencia ni la cordura en este narcótico adictivo que todavía no se han atrevido ilegalizar, pero que no por ello es menos perseguido. “Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado” señaló William Shakespeare.

Amar es de valientes porque todo vale en esta guerra de sentimientos cruzados, de daños colaterales, de pedazos de corazón de cristal que como metralla se difuminan y se enquistan en los anhelos que nos resignan. Todo vale en el amor que sangraba Bécquer, el que duele, la ecuación indeterminada que condensa en un punto el infinito. El amor se abre paso como la antítesis de la indiferencia, y se camufla en sonrisas y se empapa en lágrimas porque es más complejo soñar que dormir. Así lo sentenció Friedrich Nietzsche: “Los que más han amado al hombre le han hecho siempre el máximo daño. Han exigido de él lo imposible, como todos los amantes”.

El amor cómodo no existe, la adversidad lo dilata y sella las grietas con ilusiones de invernadero que cultivamos a escondidas, cuando el público no observa, cuando la música los distrae. El amor íntimo o el amor pasional, ambos se escurren entre nuestros dedos cuando intentamos atraparlos, no porque huyan, sino porque no tienen forma ni concepto.

Sea este cuaderno de bitácora, el más desnudo, el más sincero, aquel que reivindique el amor sin medida en esta sequía de abrazos que nos impone el cambio climático-social. Sea la reivindicación radical de este extremista, narcotraficante de ideas. Apología de “Esa necesidad de olvidar nuestro yo en la carne extraña” como bautizó Baudelaire al verbo amar.

El amor no entiende de banderas, de signos o colores, el amor no comprende medidas, pues “cuando no se ama demasiado no se ama lo suficiente” como relató Blaise Pascal. No vendamos ni una gota de pasión, no neguemos su llamada pues la claudicación es inevitable. No conozco a nadie que no haya llorado, gritado o anhelado un amor proscrito, a nadie que no se haya estremecido ante un abrazo de amante, de amigo, de un padre o de una madre.
Todavía no se han congelado los ventrículos escépticos del último corazón abandonado. Por eso, solo por eso merece la pena reivindicar la que debió ser nuestra primigenia libertad.
La libertad de amar.

No hay comentarios: