VICIO


Hoy hablaremos de vicio en este programa, la condición necesaria pero no suficiente para sentirte vivo, de la aurora al ocaso de nuestra paseo por la vida por él pecamos, escondidos tras la transparencia de nuestras excusas. Lo anhelamos porque ser su esclavo por un segundo nos libera, como un beso clandestino en las orillas de lo prohibido, escondidos saboreando lo indecente, lo sucio que nos oprime y a la vez nos alienta.

Friedrich Hebbel dijo que “nuestras virtudes son, a menudo, hijas bastardas de nuestros vicios” comprendiendo que cada paso que damos, precisa de un impulso, inspirar para espirar ideas, a veces dormidas en lo cotidiano. El vicio de exigir y exigirse es la virtud del inconformismo, pero es el castigo de la resignación, así como el placer de la comodidad descansa en el aturdimiento.

Son tiempos de cruzada contra el vicio, inquisidores camuflados con sonrisas nos presentan su lema “nuevos tiempos” nos anuncian los carteles de lo que se nos viene encima, “nuevos retos” dicen otros desde la universidad, pero suena igual, es el efluvio que nos llega como humo de tabaco, porque es cancerígeno, esta manera de “ocio inteligente”, que no es más que imponer a la sociedad, hasta la manera de administrar sus vicios. Este “ocio inteligente” para ellos es fumar en bares pequeños donde el monóxido de carbono parece ser que intoxica menos, o ceder la organización de las fiestas universitarias a hosteleros de tal manera que nuestros hígados no sufren mientras ellos se lucran.

El conde de Chesterfield señaló que “la gente, en general, soporta mucho mejor que se hable de sus vicios y crímenes, que de sus fracasos y debilidades” tal vez por ello, aceptamos resignados que se ataque a nuestras pequeñas perversiones como excesos de inmoralidad que se atrevan a criticarnos nuestra indiferencia supina. Seremos en un futuro la nueva generación de saludables abstencionistas. Abstencionistas de ideas, votos y acciones.

“Dejar de fumar es fácil. Yo ya lo dejé unas cien veces” nos comentó Mark Twain en uno más de sus ataques de genialidad. He de confesar que pasear por la facultad sin humos o entrar en un bar donde no esté permitido fumar ha beneficiado a muchos que ahora elegimos fumar o no, hábito que se nos imponía a los fumadores y también ciudadanos, considerados como pasivos , es decir los que no teníamos la opción de elegir. Y no con ello ataco el vicio, pues como dijo Charles Baudelaire “son ellos los que contienen la prueba de nuestro amor por el infinito” sino que defiendo la libertad de elección de los que repudiamos la nicotina. Pues sin libertad, no habría vicios.

Posiblemente, el hecho de dotar a los no fumadores de espacios en los que se pueda respirar aire no contaminado por el tabaco sea la mejor idea aprobada por un parlamento, más preocupado de inventar identidades para contentar a los más cerriles que de proteger los derechos de los ciudadanos.
Séneca nos relató que “los hombres aman sus vicios y al mismo tiempo los odian”, esto es inevitable, porque cada vicio nos da algo que no encontramos en la virtud, ser dependiente de una persona o de un hábito, atarse con cadenas de oro nos reconforta si es lo que buscamos y al final conseguimos, pero como no odiar en parte, a nuestros vicios, si cuando no podemos tenerlos cerca nos sentimos desnudos, incluso tristes.

Y, ya sabéis “cuidado con la tristeza. Es un vicio” como nos dijo Gustave Flaubert, así que mientras que podamos, alimentemos nuestros vicios, pero siempre, en su justa medida.


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