CINE

Hoy hablaremos de cine en este programa, teatro tramposo de salas oscuras donde nos asomamos curiosos a una ventana coloreada con pinceles ora costumbristas, ora fantasiosos. Entremés de la tarde dominical o picardía crepuscular de la fila postrera donde nunca dio la luz desde la reconversión laboral del último acomodador puritano.

El cine, como la última sala de la libertad donde soñar sale barato, donde camuflados en la sombra y el silencio nos acomodamos con la única intención de sentir. De dibujar una sonrisa, de camuflar un suspiro, de precipitar una lágrima. Nos reconocemos en pequeña hermandad unidos por una misma historia que queremos descubrir, pasando juntos las páginas mientras el director nos seduce o nos aburre como un gastado cuentacuentos.

Orson Welles contó que “Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”. Al fin y al cabo, eso es el cine, sentimiento y crítica, y la crítica es sentimiento, y aquello que nos deja indiferente simplemente, no es cine.
Siempre aprecié el cine porque condensa en unos minutos una idea. Apenas unos fotogramas ordenados bastan para conmoverte, te agitan y te corrompen como la tinta de un escritor invertida en apasionantes tramas argumentales.
Así nos dijo el director de cine, Jean Luc Goddarg:
“La fotografía es verdad. Y el cine es una verdad 24 veces por segundo”.

Cada vez que un ministerio mecanografía alguno de esos temibles anteproyectos o revisiones de las que gustan los ahora inquilinos del poder, debemos echarnos a temblar. Ya han allanado el camino para gravar aún más a las televisiones privadas, obligando a invertir a las cadenas un porcentaje mayor para la subvención del cine patrio. Una tasa proteccionista digna de un cine de pésima calidad que solo puede sobrevivir como emisario público. No diré que Prisa y sus secuaces no se merezcan este ajuste presupuestario, pues como dijo Ramón J Sender “La televisión es una hija del cine que le ha salido disipada y de malas costumbres”.

Lawrence Olivier describió sin querer al hablar sobe cine, la mejor de las cualidades de nuestro gobierno: “¿Qué es en el fondo actuar, sino mentir? ¿Y qué es actuar bien, sino mentir convenciendo?”
El cine ha de ser un vehículo más a través del cual la cultura de una nación pueda potenciarse y darse a conocer, un espejo donde el público encuentre calidad y un producto digno de exportarse con el fin de promocionar una parte de nuestra realidad. La cultura no debe medirse en términos de rentabilidad, pero ¿realmente el cine español es cultura?
Fernando Fernán Gómez comentó:
“El cine es un vehículo de expresión, pero no estoy muy seguro de que sea un arte”.

Algunas de las producciones de nuestro país gozan, por lo menos, de una entusiasta búsqueda de caracteres estéticos y culturales de buen gusto, como la desterrada del chiringuito circense de los premios Goya, “Alatriste”, y quien haya visto la película o conozca al escritor de la obra original ya sabrá por qué no encaja entre los subvencionados del Régimen. No es casualidad tampoco que estos sujetos hayan despreciado la siempre inquietante, “GAL” a favor de adular al Salvador del garrote vil, porque hay que repasar la memoria histórica, pero solo hasta el 1975.

El dinero público con el que actores y directores hacen mejoras en sus chalets, podría ser utilizado en subsanar infinidad de problemas que la Administración ha de cubrir, pero habrán pensando desde el gobierno que nunca está de más invertir en propaganda.

Siempre preferí ver el cine español en televisión, el sonido es demasiado alto en el cine, y ahora los decibelios también son perseguidos, y además después de todo, como dijo Samuel Goldwyn: “Una pantalla grande sólo hace el doble de mala a una mala película”.

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