PAZ

Hoy hablaremos de paz en este programa, afán navideño de tres letras henchidas de rezos, pero vacías de acciones que la persigan. Recurso cómodo del que arenga, vocablo imprescindible del que predica.

“La paz comienza con una sonrisa” nos contó la Madre Teresa de Calcuta.
Lejos de entender maniobras políticas, confrontaciones religiosas o abusos de poderes, tenemos una lección que aprender, en el día a día, en la sonrisa al prójimo, en un gesto afable o en una caricia tenue. Podemos desde nuestra insignificancia contribuir a que los que nos rodean sean un poco más felices sin tener que limitar las buenas acciones a quince días de navidad, simplemente con colaborar para una mejor convivencia, ya que como dijo Benjamín Franklin “O caminamos todos juntos hacia la paz, o nunca la encontraremos”.


Desparramamos buenas intenciones en estas fechas, loables propósitos fonéticos que el viento arrastra hasta algún rincón donde amontonamos las ideas que hemos ido perdiendo. La Navidad, de la paz humilde en un pesebre a la opulencia de los que patentaron la proclamación de ese mensaje. Paradójica palabra.



Goethe señaló que:
“El hombre feliz es aquel que siendo rey o campesino, encuentra paz en su hogar”. Hoy la buscamos en un anuncio de televisión que nos invite a consumir para conmemorar la Navidad.
Pero por suerte, pese a haber desvirtuado hasta el límite cualquier significado de las fiestas que en teoría celebramos, a veces encontramos la paz en el hogar, merece la pena cualquier excusa para sentarse a compartir con la familia un sorbo de prosperidad.

Cambiaremos de año, pero los días tendrán el mismo sabor para aquellos que no pueden llevarse a la boca un poco de paz. No ha existido etapa en los últimos años con tantos militares españoles en el extranjero mientras aquellos que los mandan invierten en políticas de marketing para parecer adalides de la paz.
Como nos dijo Antonio Mingote:
“Todos quieren la paz, y para asegurarla, fabrican más armas que nunca”.
Tal vez, olvidaron el villancico del No a la guerra, y se quedaron solo con la pandereta.

Estoy de acuerdo con Walt Whitman, “A mi juicio, el mejor gobierno es el que deja a la gente más tiempo en paz”. Él por suerte no padeció el nuestro, cuyo interés lejos de dejarnos en paz, es hasta darnos lecciones de su significado. Nos hablan de procesos de pacificación, donde no nunca hubo guerra sino opresión, y nos invitan a canjear libertad por pólvora.
Han querido olvidar, por desgracia, que:
“La paz obtenida en la punta de la espada, no es más que una tregua” como nos dijo Joseph Proudhon.


Dejaré escrito, en mi cuaderno de bitácora, como un tópico que habrán de disculparme, el mejor deseo de paz y libertad para cada una de las personas que nos escuchan.
Robaré por un momento las palabras de André Maurois que invitaban a cada hombre a encontrar la paz de sus ideas y la satisfacción de la libertad como la mejor receta para la felicidad…

"¿Qué hace falta para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas, un vientecillo tibio, la paz del espíritu".

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