HISTORIA

Hoy hablaremos de historia en este programa. Creamos historias de papel de reinos lejanos de érase una vez, historias tristes de dramas humanos, historias que nos creemos porque lo necesitamos como el respirar, historias de amor que empiezan con la rendición de un beso en un diciembre helado…

Pero después de todo, tan sólo experimentamos una historia y es la nuestra, y aún así muchos, apenas la han rozado con la yema de los dedos.
Porque “La historia es la novela de los hechos, y la novela es la historia de los sentimientos” como señaló el filósofo Adrien Helvétius. Y nadie puede sentir en una piel que no es suya.
En un cuarto olvidado reposa sobre una estantería abandona hace años un libro antiguo. Mis dedos limpian el polvo que acumuló durante lustros y repaso las páginas amarillentas y ajadas para envolverme en sus letras perennes.

Recuerdo entonces las palabras de Jardiel Poncela “Historia es, desde luego exactamente lo que se escribió, pero ignoramos si es lo que sucedió”.

Es un antiguo libro de Historia que hace tiempo que nadie hojea. Se escribió en tiempos de dictadura. Entonces, el hombre no era libre. Sus letras fueron esclavas y por tanto, ahí sigue ese libro, permanece inmutable sobre la madera añeja. Nadie lo valora ya, porque contiene historias, pero ignoramos si fueron sucesos.

Amar a una nación, a un pedazo de terruño regado demasiadas veces con sangre, amar la Historia es amar tu cultura, de Viriato a Pelayo, el Cid campeador, el imperio donde no se ponía el sol, las letras de Cervantes, Lope de Vega o Quevedo, el pincel de Goya, Velazquez o Zurbarán. Fray Luis de León, Antonio Machado, Galdós o Manrique, piezas del pasado de nuestro paraíso soleado.
Si fuimos grandes es debido a que ellos fueron grandes porque como dijo Tagore: “No hay más que una historia: La historia del hombre. Todas las historias nacionales no son más que capítulos de la mayor“.

A veces olvidamos que por encima de todo somos hombres, que la libertad de cada individuo debería estar por encima de cualquier bandera, de cualquier equidad, o de cualquier organismo burocrático. Ya que por encima de las reinvenciones históricas que pretenden separarnos está nuestra soberanía. Porque como dijo Albert Camus:
“A pesar de las ilusiones racionalistas y marxistas, toda la historia del mundo es la historia de la libertad“

Debe pues rebelarse la cultura ante la política, no creer en todo aquello que presida un sello oficial, porque al final sus leyes son como ese viejo libro olvidado y lleno de polvo que no tiene valor. Dudo al leer a sus páginas, como dudo de los que las pretenden escribir ahora, porque como citó Oscar Wilde:
“La rebeldía a los ojos de todo aquel que haya leído algo de historia, es la virtud original del hombre“.

Mientras derrocan pedestales de extintos dictadores, ensalzan con ribetes a los que lucharon por imponer regímenes también totalitarios y estrechan la mano de los que someten a sus pueblos con dictadores militares.
Aristóteles advirtió en una ocasión que “la historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debía suceder”.

No necesitamos políticos ni sindicatos partidistas que pretendan crear una memoria colectiva, sino representantes que resuelvan los problemas que padecemos cada día. Necesitamos poesía.
Al final, como dijo Matin Luther King:
“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos“.

A aquellos que presencian con orgullo estas absurdas revisiones les convendría haber leído las palabras de Camilo José Cela: “No se puede cambiar el curso de la historia a base de cambiar los retratos colgados en la pared”.

1 comentario:

Enrique Gallud Jardiel dijo...

Muchas gracias por su referencia a mi abuelo.