HASTA PRONTO

Hasta pronto dejaré escrito en las hojas caducas que amarillean en el pasillo donde pasé las horas mirándote y aprendiendo a ser tuyo. Sé que cuando el viento escupa su primer suspiro barrerá las señas que pretenden recordarme como el estudiante que parpadeaba para mirar en el espejo sus ojos cerrados. Te echaré tanto de menos que sangrará cada uno de mis recuerdos cuando sea de noche y brille el sol, cuando no estén tus manos al otro lado de la pared y quiera tocarlas. Y quiera saber que puedo tocarlas. Cuando coja el metro para hacerme cada vez más pequeño entre sus números, para situarme en la mediana de las vidas paralelas que jamás se tocan y detrás de mi, y de frente haya kilómetros saturados de un vacío de prisas sin prosa. Te echaré tanto de menos que vomitarán las campanas de tu catedral los suspiros que no puedo dedicarte por exigencias del contrato, pero nadie lo advertirá. Inundarán las aulas donde aprendí a no escuchar, a dibujarme por dentro con la tinta que sobró después de firmar mi primera rendición. Te extrañaré y pintaré con la punta de los dedos tu silueta en el horizonte de una autopista cada noche, mirando a un techo donde la polución enterró las estrellas.

Y al otro lado del cielo estarás tú, helada, aterida de frío pero encendiendo corazones púberes, en una reunión de palabras despistadas en la Plaza Mayor que se impregnan como la escarcha del rocío en los pétalos de la rosas que adornan el Jardín en el que jugando a ser Calixto encontré a Melibea. Recorreré con la palma de las manos las paredes de mi cárcel con la vista perdida en los detalles que me recuerden a ti, tu piedra ambarina se terminará deshaciendo entre mis dedos como las últimas migajas suicidas de un reloj de arena.

Entre asfalto y madejas de adoquines camuflaré mis pasos entre los ciempiés de capital, entre calles infinitas sin nombre, sin historias que pueda contar a las aves de paso que esperan su veredicto bajo el reloj del Ayuntamiento que tantas veces marcó la ida y la vuelta de mi cordura. Llamaré a otras por tu nombre cuando pasee por la Gran Vía impostora donde no mueren las noches, donde no desemboca Varillas, donde no nos reuniremos para tomar el Yunque que desfloró mi paladar cuando te conocí.

Te quiero tanto que se abrirán las cicatrices que me regalaste al besar el crepúsculo con las heridas que tiene los labios que no besan. Te agradeceré siempre que me desnudaras en las vigilias de primavera, que me encadenarás con nostalgia a las columnas que dibujan los arcos del Patio de Escuelas, que me susurrarás poesías al oído... y te pediré perdón por no haber sabido siempre interpretarlas, por no haber quebrado mil veces mi pluma al escribir sobre ti.

Lloraré, y es tan sencillo explicarlo, porque no estarás y te amo, porque no me acunarás mientras planeamos un jueves más perdernos por ti, aquellos que nunca olvidaré con los que compartí más alegrías que llantos, aquellos en los que se reflejan mis risas porque en su espíritu aprendí a mirarme. Lloraré porque me envolviste de palabras sencillas para adornar sentimientos complejos, porque te debo más de cien sueños que cumplí en tu Universidad, porque como a Unamuno me enamoraste y te intenté conquistar con tinta, porque has tatuado para siempre tu encanto en mi piel con el nombre de una mujer.

Cerraré mi maleta como lo hacía cada verano pero no retornaré en el ocaso del estío. Echaré un vistazo a cada rincón de la casa donde me encontré. Sentiré en mi pecho toda la presión de tu invierno mesetario, y no habrá palabras para romper el silencio que dejo en tus rincones, entonces contaré a las paredes las leyendas que creamos un grupo de soñadores sin nada mejor que hacer mientras las desnudo, mientras guardo sus secretos en un baúl sin memoria y sin llaves que conserven los recuerdos que nos regalaremos dentro de unos años al desenterrar tesoros hastiados de preguntarle a la almohada por qué un día te dejé marchar.

Entonces volveré para encontrarte, en la trinchera donde cruzamos ráfagas de besos junto a un rincón de Van Dyck, te besaré y serás mía para siempre, porque nunca dejaste de serlo. Recordaré este día como el tiempo en que admití la deuda afectiva que me une a ti para siempre, como el día en que recé para caminar más despacio mientras la arena quemaba mis pies. Como el día en que me declaré ante ti, como esclavo, sediento, como el narciso que perece en los charcos cristalinos que le vieron nacer, como un enamorado insumiso de tus calles, de tu cultura, de como fascinas al público cuando te observan, de como me secas por dentro mientras mudo mi piel contando las horas que faltan para recordarte.

Me mecerás como lo has hecho hasta ahora y dormiré en tus brazos para siempre. Y como en los cuentos de hadas moriré en ti porque sin ti empecé a morir. Y entonces, tal y cómo escribió un tal Antoine el mundo entero se apartará al conocer a un hombre que sabe hacia donde va. Será entonces cuando camine hacia mí mismo.

Hasta pronto. Salamanca.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Iba a dejar mi comentario en insultos pero por ahora no puedo decir ninguno... tienes el don de dejarme muda... a veces por las "burradas" que puedes llegar a decir y otras por las cosas interesantes, sinceras y de corazon que dices...
Sigue así que llegarás alto. Mucha suerte!!!
bsos Ana G

oficina virtual dijo...

me gusta mucho tu blog, tus post, tienes el don de la palabra, donde con una par de ellas dices muchas cosas.

mariachis a domicilio dijo...

MUy buen blog, tus palabras son muy sabias.

Eme. dijo...

"Hay dos clases de viajeros: los que miran el mapa para trazar una nueva ruta y los que sencillamente se miran al espejo. Los que miran el mapa son los que se van. Los que se miran en el espejo son los que regresan."

(Si quieres mirarte al espejo, me puedes enseñar tus calles)